Quiero confesar honestamente: nunca me ha gustado revolver en la tierra. Los recuerdos de infancia trabajando en las parcelas de huerto me llenan de escalofríos: calor, insectos y dolor de espalda. Fue en ese momento que decidí: ¡basta! ¡Nada de tomates ni patatas! ¡Ni siquiera flores! Pero con el tiempo, empecé a desear poner un par de cactus en el alféizar… Al comprar cactus, noté la variedad de suculentas, que son fáciles de cuidar, y formé una composición con varias especies. Después de un tiempo, quise hiedra, luego un ficus, y así comenzó.
Mi manía se veía limitada solo por los frecuentes traslados, ya que mudarme con palmas en macetas complicaba las cosas…
Así, año tras año, reprimí mi pasión, soñando con mi hogar, donde las enredaderas colgarían del candelabro. Pero llegó el momento en que, al mirar hacia atrás, te das cuenta de que hay que vivir ahora, no mañana. ¡Me decidí a tener un pequeño jardín de hierbas aromáticas en casa, un pequeño huerto en el alféizar!